THE FACT
Dos gigantes tecnológicos, dos visiones distintas, un mismo objetivo: conectar la mente humana a la máquina. Neuralink, la empresa de Elon Musk, acaba de cerrar una ronda de inversión de 600 millones de dólares que la valora en 9 mil millones. Al otro lado del campo de batalla, de manera mucho más discreta, Starfish Neuroscience —la startup fundada por Gabe Newell, CEO de Valve— promete para finales de 2025 un chip cerebral más pequeño, más eficiente y menos invasivo. Aunque ambas empresas avanzan en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora, su enfoque, recursos y hasta la filosofía detrás de sus tecnologías no podrían ser más distintos.

Neuralink es ya un nombre reconocido. La empresa ha sido noticia desde su creación por su ambicioso objetivo de fusionar inteligencia artificial con el cerebro humano. Actualmente, ya han implantado su chip en tres personas. El primero, pese a algunos inconvenientes iniciales, como hilos desprendidos del tejido cerebral, continúa usando el dispositivo para comunicarse y hasta editar videos en YouTube, todo con la mente.

Por su parte, Starfish Neuroscience ha trabajado en silencio. Fue fundada en 2019 por Newell, conocido por su liderazgo en Valve (creadora de Half-Life, Steam y DOTA 2), y ha estado desarrollando tecnología basada en registros de actividad cerebral para tratar enfermedades neurológicas y, eventualmente, abrir nuevas formas de interacción con dispositivos, incluyendo videojuegos. Su propuesta es radicalmente distinta: chips más pequeños, sin batería, que podrían operar de forma simultánea en distintas regiones del cerebro, lo cual permitiría tratar condiciones como el Parkinson o incluso la depresión, con una precisión quirúrgica.

Guerra silenciosa en el cerebro: Neuralink y Starfish se disputan el futuro de los implantes cerebrales